¿Es que no lo oyeron? Trabaja en el Hogar de Cristo

Éramos como diez personas. Estábamos en el living. Cosas para picar, mucho humo, cerveza y vodka. Algunos periodistas, otros tantos siquiatras, un actor. Sí, una simpática velada.

Reflexiones iban y venían. Había risas, bromas, diversión. Y en eso estábamos cuando, imbuidos en el tema profesional uno de estos siquiatras halló bueno mencionar sus trabajos. Seguramente alguien le preguntó si se desempeñaba en el sistema privado o en el público. Así que contó. “Trabajo en el siquiátrico, la consulta, el Hogar de Cristo”…….. ………… Así es… dijo: “el Hogar de Cristo”.

La conversa siguió igual. Pareció no importarle a nadie. No pude, si no detenerme y preguntarme: “¿Es que no lo oyeron? El hombre trabaja en el hogar de Cristo”. Hasta ese momento de la noche lo veía yo como cualquier otro comensal. Chistoso a ratos. Era el dueño del pito que circuló en su momento. Había celebrado las apariciones de Café Tacuba en el I-Pod. Todo normal. Yo no podría ni confiar, ni desconfiar particularmente de él.

Pero trabaja en el hogar de Cristo. Es como si mientras carreteábamos se hubiese puesto de pie, se hubiese sacudido y en el acto le hubiese caído en el rostro una luz, mientras una suave brisa golpeaba nuestras almas pecadoras.

¿Puede ser mala una persona que trabaje en el Hogar de Cristo? Tuve la sensación de que en ese instante podía pararme al baño, dejar mi billetera junto a él, demorarme un siglo y volver con la certeza de que todo estaría en su lugar.

Si alguien me cuenta que trabaja en el Hogar de Cristo, supongo que ya tiene las tres cuartas partes de su camino al cielo recorridas. Hasta ahora, ese tipo en el living de mi casa es lo más cercano a Benito Baranda que he conocido.

Y ni lo conozco. Sólo he estado con él en un par de carretes. Sé que cuando sale a bailar toma pastillas que le permiten mantenerse en pie más allá de lo que su cuerpo le permitiría (las que obtiene gracias a su condición de médico, cuestión que, además, lo convierte en lo más cercano al doctor House que he conocido) y que consume marihuana. Con esa descripción podría ser lo más parecido a un adicto que he conocido… pero trabaja en el Hogar de Cristo. Nada debería andar mal.

Claro… nada “debería” andar mal. Pero hay casos muy feos. Y luego de unas cavilaciones observando a nuestro “pequeño santo” sentado en el living, recordé a un niño símbolo de la Teletón del ochenta y tantos, que años más tarde, convertido en todo un adolescente, y trabajando en el instituto, se dedicaba a abusar niñitos aún más indefensos que él y en plena rehabilitación. ¿Un niño símbolo abusando de menores en rehabilitación? No. No podemos confiar en nadie.

Sin embargo, si usted planea llevar una doble vida y dárselas de psicópata (que hoy andan tan de moda), no descarte un trabajo de medio tiempo en el Hogar de Cristo. Cuando lo cuente, le aseguro que sonará bonito y nadie debiera sospechar de usted. Aunque, bueno… habrá gente que ni pesque. Pero no faltará el idiota que se detenga y diga: “¿Es que no lo oyeron? El hombre trabaja en el hogar de Cristo”.