“CHILOTES CULIAOS “

(Extracto del parlamento pronunciado por el personaje de Néstor Cantillana en la película “Historias de Fútbol”, de 1997)

Chilotes culiaos. Así no más fue la frase de Néstor Cantillana personificando, en la ópera prima de Andrés Wood, a un santiaguino a quien le tocaba estar en Chiloé justo el día de un partido mundialista entre “la Roja” y Alemania. Perdido en un rincón de la isla grande, obviamente el citadino encontró no pocas dificultades para dar con un televisor y poder ver algo de esa transmisión. De allí que, en su desesperación, le brotara un: “chilotes culiaos”, tan del alma. Yo, por mi parte, vengo llegando del mismo archipiélago y no podría decir si no que mida sus palabras, señor Cantillana. Y por varias razones.

Una es que, si de estar conectados se trata, el chilote nos da cancha tiro y lado, pues además de reconocerme en Cucao, Quicaví y Castro por mis apariciones en tevé (lo que habla de una asidua conexión insular a la programación de TVN), usted no me lo creerá, pero los celulares CLARO reciben llamadas en el mismísimo sendero El Tepual, al interior del Parque Nacional Chiloé. O dicho en otras palabras, a la cresta del mundo… Lo que no deja de motivarme la sana duda de saber ¿cómo demonios se las arregla CLARO para no tener señal en Seminario con Providencia (a 100 metros de la plaza Italia), pero agarra llamadas muy campante en el sendero El Tepual, en el medio de Chiloé?. Donde, por lo demás, debo confidenciar, se escucha increíble.

Por otro lado, el chilote es un personaje demasiado amable. Todo chilote saluda en la calle, en un espectáculo de verdad bonito (aunque gracias a dios no se ha adquirido como práctica en el continente, ya que con la densidad poblacional un poquito más elevada que la de Dalcahue, estaríamos apestadísimos diciendo “hola” cada tres segundos) Y esa amabilidad lo hace un personaje querible, que te acoge en su hogar, que te ofrede sus papas, que te regala su mote con huesillo. O sea… decirle culiao a un tipo que te regala mote con huesillo es lo más parecido a robarse la limosna en la parroquia. Simplemente una carajada.

Tercero, porque el chilote es muy creativo. Para el domingo 7 de las niñitas, por ejemplo, inventó al “Trauco” (que en realidad no es otro que el compañero del internado o el tío de la lancha), con el que justifica cualquier embarazo -valga la redundancia- embarazoso. Sin embargo, el ser mitológico que me pareció más notable es “La Viuda”. Según la tradición, se trata de una mujer que se presenta en lugares solitarios y rapta hombres para llevarlos a su choza, donde durante toda la noche les obliga a satisfacerla sexualmente. ¡Pero a no preocuparse!, porque la “víctima” es abandonada a la mañana siguiente en cualquier lugar y el rapto no reviste otros daños, por lo que el tipo se normaliza y recupera la razón después de algunos días… ¿No le digo yo? Debe ser notable ver llegar a un chilote con esa historia donde su señora, tres días después de haber desaparecido… La viuda, el muy cochinón.

Y finalmente, no podría maldecirle, porque el chilote (y la chilota principalmente) siempre regala una sonrisa. En sus rostros vive el eterno resplandor de una sonrisa cálida y desinteresada… Bueno. Salvo en el de cierto tipo de pescador que, tal como en todo el territorio, más bien tiene una permanente cara de violador y no sonríe ni por equivocación. Pero de esos hay en toda caleta, así que son parte de nuestra fauna.

Sí, el chilote es un tipo amable, bastante alejado, en apariencia, de un ser “culiao”, como lo motejó el cine. Pero no puedo despedirme sin antes advertirle que no equivoque el rumbo, porque también hay representantes que un flaco favor le hacen a su bien ganada reputación. Es decir… si le pregunto a la dueña del Hostal, en Castro, donde queda una isla-cementerio que al parecer es bastante famosa, por favor no me salga con un: “son cosas que inventa la gente”. Porque no le pregunté por un enano feo y violador (el trauco), ni por un pendejo con una pata amarrada en la espalda (el invunche). Le pregunté por un cementerio. Nada menos mitológico (y que, por lo demás, se ubica en la isla de Aucar, comuna de Quinchao). Si uno sabe donde está el mito y donde está la realidad.

Ahora los dejo, porque debo ir a bañar a mi Cuchivilú. Una especie de cerdo-culebra con mal aliento y cara deforme que me traje de la isla. Dicen que si uno se baña en las mismas aguas con él, se le cubrirá el cuerpo de sarna… Pero ya lo dijo la señora del hostal: “son cosas que inventa la gente”. Así que ¡al agua, patoooo!

A todo esto, el viaje a Chiloé fue mi experiencia dieciochera. ¿Y la vuestra?, ¿cómo estuvo su diechiosho?