Pavarotti... Un relato entre la felicidad y la perversión

Partió un maestro. Se nos fue de repente Luciano Pavarotti. El gran Luciano… El gordo, como le decían los amigos. Aunque en realidad no sé, pero es lo más probable, porque era gordo. Ni modo decirle “el flaco”. Nunca tuve oportunidad de ir a verlo en vivo, pero creo que de habérmelo topado se me hubiese salido un “qué pasa, gordooooo”. De cariño, ¿no?

Y el hombre (si es que no es un mentirosillo de aquellos) se fue feliz, porque, como escuché por ahí, poco antes de fenecer indicó que ya había hecho todo en la vida. Fuerte declaración. Porque, ¿puede alguien determinar que ha hecho TODO en la vida?

Para llegar yo a un juicio así, supongo que debería pasar por un cúmulo de cosas por las que, la verdad, no quiero pasar. Porque ese TODO, si de verdad es un TODO, tendría que incluir un par de eventos bastante aberrantes y/o dolorosos, ¿no le parece?

Por lo demás, no me imagino la humanidad de Pavarotti haciendo de TODO. Y no es que me lo esté imaginando en una de esas cuestiones aberrantes y/o dolorosas. Sin ir más lejos, me lo imaginé sobre un cartón tirándose por las dunas. Y eso, sin aberración ni dolor, creo que hubiese sido mucho para él. Así que interpretaré su frase como un “hice todo lo que he querido hacer en la vida”. Y es ahí donde el hombre se convierte en un notable. Que me perdonen Domingo y Carreras, pero el más gordito la lleva (o la llevaba, ahora que está muerto)

Para empezar, supo sacar partido al único talento que no se veía restado (quizás, por el contrario, se veía aumentado en esa inigualable caja torácica) por su tamaño y peso descomunales. El canto. Porque, según también he averiguado, el tenor gustaba del fútbol y en alguna época lo practicó, pero bien sabemos que con sus características poco podría haber hecho en una carrera profesional (a pesar de lo que haya querido demostrarnos en su tiempo el inolvidable guatón Vega)

En segundo lugar, debe haber sido el más reconocible de los Tres Tenores, porque cualquier niño podía asociar un nombre a esa figura colosal, mientras los “flacos” del trío, mi buen amigo Plácido Domingo y José Carreras, se confundían para un neófito.

Y en tercer término, cómo no valorar que el tío aquel se haya dado maña (mientras recorría esa curva descendente donde la vida se apaga lentamente) de agarrarse (y disculpen lo prosaico de la expresión) a la enfermera que lo cuidaba. Con quien contrajo nupcias, nada menos. Una mujer bastante atractiva, que probablemente no despertaba en él más que tibios manoseos en un pilín prácticamente inerte. Pero que, sin duda, le hacía sentirse bien y le permitía cachiporrearse entre los amigos con algo más que un DO de pecho impresionante.

No me cabe más que formular una pregunta. ¿Se habrá despedido igual de dichoso nuestro Paolo Salvatore, tan sólo unas semanas atrás? Sí, Paolo Salvatore. El mismo que un 84% de nuestra población confundió con Salvatore Adamo durante los primeros 5 segundos después de enterarse de la noticia de su fallecimiento.

Y me lo pregunto, porque siento que el ochentero cantante de Sabados Gigantes se despidió con amargura en su alma, porque su mamá nunca quiso ir a la playa de nudistas. ¿Recuerdan esa letra? “Mi mamá no quiere ir a la playa de nudistas, pero yo sí quiero ir, con sombrero y tomavistas”.

Sé que me alejo del tema, pero, ¿por qué querría alguien ir a la playa de nudistas con su mamá? … Está bien. Imaginemos que pertenecen, madre e hijo, a un movimiento naturista, lo que justificaría el extraño gusto de ir juntos a ese tipo de lugares. Supongamos, también, que el sombrero sea para preservar el “casco” del siempre efusivo padre sol.

Pero, ¿y el tomavistas? Según investigué, la cámara tomavistas es algo muy parecido a una cámara fotográfica, que recoge imágenes a gran velocidad. O sea que el tipo de la canción, finalmente sí es un pervertido. Y necesita, ni más ni menos, que una cámara que le permita obturar frente a los pechos de alguien mientras corre para no ser reconocido.

Sea como sea, se nos fue también Paolo Salvatore y nunca podremos saber a ciencia cierta por qué tenía tantos deseos de ir a la playa de nudistas con su mamá. Ni por qué, si su mamá no quería, él se dedicó a vociferarlo en una canción durante décadas de vida artística.

Vayan mis parabienes para ambos. Y que la pasen bien por allá donde estén.