¿Le cuento algo?...

La que ve aquí es la mujer que amo… No, no, la de bigotes no. Esa soy yo. Quiero decir, ese soy yo. La del lado. Se llama Adriana y es aquella novia mía a la que usted, amiga y amigo lector, estará habituado, porque la he citado ya en variadas oportunidades.

Es que es la mujer que suele acompañarme en cada historia que (con el correspondiente filtro y autocensura) ve la luz a través de este humilde ciber cuchitril.

Y he querido rendirle homenaje, ya que me ha sorprendido la cantidad de lectoras (hago hincapié en que particularmente se ha tratado de mujeres) que por iniciativa propia le ofrendaron tributo luego de saber que en un acto de inconmensurable amor aceptó acompañar a este joven periodista a un partido de fútbol, durante la reciente estadía de ambos en Buenos Aires… Considerando que detesta el fútbol.

“¿Te acompañó al estadio?”, decían algunas, “eso es amor”. Y efectivamente, eso es amor. Así que decidí pregonar por todas partes que mi novia es la mujer más maravillosa del mundo.

Y todo iba bien, hasta que, conversando con otros tipos enamorados, descubrí que ellos también decían tener a su lado a la mujer más maravillosa del mundo. De esta forma Pepito, Sunganito, Menganito y una tracalada de pelmazos juran a pie juntilla que sus novias son la mujer más maravillosa del mundo. Y quizás usted, estimadísimo lector, pensará en este preciso momento que la suya es esa mujer más maravillosa del mundo.

¿Cómo resolvemos el entuerto?, ¿habrá que hacer un “Miss Más Maravillosa del Mundo 2008” hasta que encontremos a la verdadera?

Y el asunto me angustió de tal forma que opté por cambiar la perspectiva de las cosas y decir que mi novia me hace el hombre más feliz de la tierra. Y todo iba bien hasta que salió un reciente ganador del Loto con una sonrisa de oreja a oreja y más de 2 mil millones de pesos en su cuenta, asegurando que luego del premio, él era el hombre más feliz de la tierra.

¿Podía yo hacer algo frente a eso?... Revisé mi situación financiera a través de mi ejecutivo de cuentas y claro… aparentemente, en términos económicos habría personas más felices que yo. Así que me deprimí y desesperanzado quedé a la deriva abrazando una botella de leche chocolatada y mirando perdidamente al horizonte.

Sólo hasta que entró en el cuadro Adriana. Y ahí la vi otra vez. La mujer más maravillosa del mundo, haciéndome con el sencillo acto de una sonrisa y una caricia, el hombre más feliz de la tierra.

Y aunque no descarto tener los 6 aciertos del Loto con un pozo de 3 mil millones de pesos (por lo menos para joderme al que se ganó los 2 mil), lo cierto es que me vino el convencimiento de que las cosas son efectivamente así. Es ella la mujer más maravillosa del mundo y yo, gracias a ella, el hombre más feliz de la tierra.

Y lo interesante es que la suya, lector, debe ser también la mujer más maravillosa y usted el hombre más feliz. Haga la prueba y salga a la calle con esa idea y verá cómo este país está lleno de mujeres maravillosas y hombres felices. Por dios, que lindo el amor, ¿no?

Perdone el arranque de romanticismo y gracias por venir.

PD 1: Contestaré cada post y visitaré cada blog por estos días, aprovechando que ya me encuentro en la oficina y tiempo hay.

PD 2: Para quienes leyeron el post anterior, felicito a aquellos que tuvieron la sagacidad de descubrir que lo de la bailarina de ballet fue escrito por mis estudiantes en práctica. Porque de que se ve uno bien con tutú, nadie lo discute, pero no saldría por ahora vestido así a la calle. Prefiero mantenerlo en la intimidad de mi oficina y mis compañeros de trabajo.