“Se me olvidó enterrar el cuerpo”

Pequeño texto sobre asesinatos, basura y un examen rectal.

Domingo en la noche. Exhiben “Mea Culpa” en televisión y llega el momento en que Carlos Pinto entrevista al victimario, quien se ha hecho tristemente célebre por matar a su mujer e hijo y mantenerlos guardados en un tambor con agua por tres días antes de enterrarlos.

Todo suena normal, porque “Mea Culpa” nos tiene acostumbrados a aberraciones como esa. Pero no deja de sorprenderme cuando el asesino señala muy relajado que su error fue dejar muchos días los cuerpos en el tambor. Y que por eso lo pillaron.

Así, tan campante. Como quien cuenta que se le quemó el kuchen de manzana porque lo dejó mucho tiempo en el horno. ¿En qué momento alguien llega a tener problemas cotidianos del tipo “se me quedaron los cadáveres en el tambor”?

Y la realidad de un asesino es esa. Probablemente el tipo vivía algo muy similar a lo que me pasa cuando me he pillado con el basurero de la cocina a tope. Sé que debo cambiar la bolsa, pero me da un tedio tan grande que pateo esa responsabilidad (en ningún caso el basurero) hasta nuevo aviso. La diferencia es que a este sujeto lo que le daba modorra era botar un par de cadáveres. El de su mujer y el de su hijo, para ser más rigurosos.

Curiosa rutina habrá tenido el hombre. Algo así como: “chuta, otra vez se me olvidaron los muertos… ¿los enterraré al tiro?... no, primero voy a comprar pan, que a esta hora está calientito”.

Pero más allá de tener la soltura para decir que su error fue no deshacerse a tiempo de los cuerpos, la interrogante es por qué no lo hizo. O más bien, cómo fue posible que se le pasara algo así. ¿Se le olvidó que tenía a su esposa muerta en un tambor con agua en el patio?... ¿en algún momento consideró más prioritario ver tele que enterrar unos cadáveres?

Para un asesino, estas cosas deben ser de lo más cotidianas, pero para uno que no anda por ahí dando martillazos en el cráneo de sus congéneres, ese tipo de conflictos se presenta como una realidad, por decir lo menos, lejana.

Guardando las proporciones (obviamente), es como la realidad de un estudiante de medicina versus la de un estudiante de periodismo. Hace un tiempo una amiga en vías de ser doctora me contaba de lo más entusiasmada que había hecho su primer examen rectal digital. Para ser más exactos, lo que había hecho era introducir el dedo en la parte inferior del recto de un paciente para buscar hemorroides, fisuras anales y anomalías de las heces, como sangre visible u oculta…

Yo, la verdad, pensaba en mis años de estudiante de periodismo y no sé… cuando mucho recordé mi primera entrevista. O mi primer reporteo en el Congreso. O mi primera aparición en cámara. Pero qué fuerte saber que entre tus recuerdos de estudiante se aparezca la primera vez que metiste el dedo en el ano de un desconocido hemorroideo… Suena aterrador.

Y usted, estimado lector, ¿realizará por allí alguna actividad que para el común de los mortales parezca rarísima? Si quiere la comparte. Aunque ojo si se trata de un par de muertos que tenga en su patio. He escuchado que este blog está intervenido por el OS-9, de Carabineros… Y no soportaría perder un lector.

Muchas gracias por venir.