Listo para ser abuelo

Nada más emotivo, épico o inevitablemente absurdo que la buena anécdota de un abuelo. En el ámbito que sea. Porque si se ha llegado a viejo y en el equipaje no viene alguna anécdota sabrosa como para tener al nieto de 9-10 años embobado escuchándonos, entonces para qué hicimos el viaje. Abuelo sin anécdota no es más que un viejo triste y soso que sentamos en la mesa.

Y heme aquí, con menos de treinta, listo para ser abuelo. Pero no hablo sólo de mis brazos poco vigorosos, mis rodillas cansadas o ese incipiente encorvamiento en mi espalda. Me refiero a la anécdota. Sí, la tengo. Fui una estrella de la televisión local.

Y ya venido a menos, desde la vereda de un periodismo sin mucha exposición (aunque irónicamente mejor pagado), puedo decir con seguridad que es una buena anécdota.

Así es, nieto que estás por venir (hijos y una adecuada crianza mediante): yo fui (¿soy?) Joel Umaña. Y la gente lo supo. Y se acercaron a mí. Y firmé autógrafos. Y sostuve guaguas mientras me fotografiaban con ellas. Yo hice reír a personas que ni siquiera conozco y muchas de ellas se llevaron en sus celulares y cámaras un instante de mi sonrisa, aunque ni siquiera me conocían.

Y me es particularmente grato, porque todavía recuerdo un día en que mis amigos y yo paseábamos un televisor por Providencia, para grabar la presentación de “CDP” -nuestro proyecto televisivo emblemático- y viéndonos así, algún universitario dijo (leer en tono de universitario buena onda y cimarrero a las dos de la tarde tirado en el parque forestal): “que wena!, es como el televisor mundialero de Carcavilla”.

Ahí está, pue. Años después de hecha, la idiotez de Carcavilla aún palpitaba en el corazón de un tipical chilean young… Y eso mismo me ocurrió a mí. Va pasando el tiempo y nunca ha faltado el universitario, el portero del edificio, la secretaria, el punki tomando chela en Bellavista, el diputado… Quien menos me espero, que recuerda conmigo la idiotez de Umaña.


Video ::: Umaña desde Perú, con la participación emblemática de Jaime Bayly

Sí, el camino a la “abuelez” es largo. Todavía debo perfeccionar mi andar cancino, el dolor de huesos y los achaques. Pero la anécdota la tengo. Y está filete.
Si ya estoy viendo a mis nietos quebrándose con esta vieja gloria de la televisión. Enhorabuena, descendencia.