YO NO SOY UN HUMORISTA

Ocurrió en mi trabajo, hace unos días. Fue revisando las notas para el programa del fin de semana (porque trabajo en “Estado Nacional”, de TVN, programa político que va al aire en el estupendo y competitivo horario de las 10 de la mañana… el domingo), cuando uno de mis superiores directos me hizo reflexionar.

No quiero dar muchas señas. Sólo diré que se trata de M. Álvarez. No… Es muy obvio. Mejor llamémosle Monserrat A. En fin, la cosa es que una vez vista la primera de las notas declaró con tono seco que: “igual le falta chiste”. Allí, pues, dije yo: “pero, Monserrat… soy periodista. No humorista”. Y fue cuando reflexioné.

Porque sé que he hecho reír a mucha gente. Es más. Por alguna razón no le compro mucho a esa frase de que “es más fácil hacer llorar que hacer reír”. Será que me sigue saliendo más sencillo robar una sonrisa que una lágrima. Y eso que no soy bueno para robar.

Sin embargo, es otra la característica que me diferencia de los humoristas. Y es que a mí (a pesar de hacer el trayecto por lo menos cinco veces a la semana) nunca me ha pasado nada muy espectacular cuando voy pa’l canal. Mientras que los humoristas viven allí sus más grandes aventuras.

¿O nunca ha escuchado usted una rutina que comience con ese tan típico: “cuando venía pa’l canal? Siempre me llamó la atención. Desde chiquito viendo a esa gente nueva del humor en Sábado Gigante (sí, los mismos que hoy son la gente vieja del humor). Su Gigi Martin, su Bombo Fica, su Oscar Gangas. Siempre partían sus actuaciones en la tele con el clásico: “cuando venía pa’l canal”.

Y sucede que TODO les pasaba cuando venían pa’l canal. Extrañamente, en el camino al canal conocían a la señora más gorda que se podían encontrar, veían a al curadito más curadito o se topaban con un cabro chico feo, pero feo, pero tan feo -fijesé- que cuando nació, el doctor lo tiró al suelo y dijo: “si corre es guarén”…

Y siempre, con cada una de esas personas, a los humoristas les pasaba -y aún hoy día les pasa- algo gracioso.

¿Cómo hacen para vivir tantos momentos simpáticos justo cuando van pa’l canal a actuar en un programa? Y lo que es aún más intrigante, ¿no llevan preparada otra rutina?, ¿acaso improvisan con lo que les ha pasado recién? De ser así, me saco el sombrero, pero claramente es una irresponsabilidad, porque ¿qué tal si de camino al canal no les pasa nada chistoso? Esa partida sería de antología: “Cuando venía pa’l canal… eeeee… no me pasó nada”.

En todo caso, la teoría del “cuando venía pa’l canal” explicaría el desastre de Oscar Gangas cuando fue al Festival de Viña y lo pifiaron hasta por los codos. Claro… el asunto era en la Quinta Vergara, así que se perdió todas las anécdotas del camino pa’l canal. ¿Qué iba a hacer? Al pobre lo sacaron de la ruta chistosa.

Sí. Claramente no soy un humorista. A mí no me pasan tantas cosas cuando voy pa’l canal. ¿O sí? En una de esas sólo tengo que concentrarme. Quizás mi atravesada en el semáforo de Bellavista con Los Piñones es graciosísima y no me he dado cuenta. Tal vez me pasan muchas cosas chistosas cada vez que voy pa’l canal. Quizás la clave sólo esté en empezar una anécdota con ese típico “cuando venía pa’l canal”.

¿A ver?, haré la prueba: “Cuando venía pa’l canal… me encontré con un perrito”. Jaja, suena gracioso.

Aquí voy de nuevo: “Cuando venía pa’l canal… me acerqué al canal”. Juajuajua, ¡funciona!, ¡funciona!

Haga usted la prueba. Comente aquí y luego cuéntele a sus amigos: “cuando venía pa’l canal, comenté en un post de Seréfranco.com”… Quizás ahora no le parezca tan gracioso, pero cuando lo haga le sonará chistosísimo.

Y bueno. Gracias por venir.