Les Luthiers… o la historia que unió a Allende, Borghi y Joel Umaña

Esta semana fue 4 de septiembre. Sí, un aniversario más del triunfo de Allende en un revolucionario y democrático día de 1970. Pero como sé que decenas de ciberizquierdistas hundirán sus teclas hablando de ello, quiero rescatar otro evento acaecido igualmente un 4 de septiembre.

Y se trata de algo tan importante para mí, como lo fue para el país y el mundo el, por ese entonces, enigmático experimento del doctor Allende y tantos loquillos que estuvieron junto a él. Se trata de otra revolución. Una que me sacudió, pero sin política, Fidel, Pinocho ni golpe.

Una que me cautivó el día que escuché por primera vez a Les Luthiers. ¿Usted no los conoce? No acudiré al lugar común de decir que se ha perdido la mitad de su vida… Más bien diré que se ha perdido la mitad de la mía, porque reconozco al grupo argentino en, me atrevería a calcular, el 93% de las cosas que hago. Como diría Verdaguer (léase con tono Verdaguer): eso es influencia.

Y las virtudes y talento de Les Luthiers me evocan, además, un par de eventos que no podría dejar de recordar. El primero, por allá por el ’99, más o menos, cuando en gira por Chile, los argentinos se presentaban en el Municipal de Santiago. Yo, provinciano aún, abordé mi Pullman en la plaza de Quilpue, arribé temprano hasta la casa de mi hermana, desperté a primera hora, me duché, me puse bonito y partí al principal coliseo cultural del país.

Alguien me lo había advertido: “las entradas en el Municipal se van temprano”. Está bien, se irán temprano, pero lo que ocurrió ese día fue absurdo. Llegué a una larga fila a eso de las 9, justo la hora en que se abría la boletería, pasaron los minutos y a cuatro lugares de la ventanilla, ¿se imaginan lo que pasó? ¡Efectivamente! se agotaron todas las localidades con vista al escenario. Quedaban unas a 3 lucas… pero sin vista. ¡Sin vista! (según datos técnicos del boletero, los asientos estaban al lado de un pilar y no se divisaba ni soñando el escenario… pero a la gente de platea la veías clarito)

Cruel ironía para un chico joven, de provincia, que se había criado escuchando a Les Luthiers en cassette y que soñaba con verlos por primera vez sin tener que fijar su mirada en el éter tratando de imaginarlo todo. Pues me fui… pal’ pico, si me perdonan el criollismo. Y a la hora de la presentación en el Municipal pensé en lo absurdo del hecho y no pude evitar reírme. Puse play en la casetera “A” de mi casa y me volví a agasajar, como tantas veces, con las aventuras de Yogurtu Ungue o La Tanda, de Mastropiero.

El segundo, entrevistando a Claudio Borghi en el Monumental. Llegaba yo, vestido de Umaña (porque aunque usted no lo crea, yo tenía que vestirme de Umaña) y lo primero que me dice el “bichi” es que le gusta mucho lo que hago y que tengo una onda Les Luthiers que es muy buena.
Pocas veces en mi corta e irregular carrera
alguien ha dicho algo que me indique de manera más clara que voy por buen camino.

¿Umaña recordando a Les Luthier? Era el mejor camino que podía estar recorriendo. Ahí, con mi camisa a cuadros haciendo que Borghi recordara a esos maestros de la idiotez enfundados en frac.

Ba! Olvidaba contar qué tiene que ver Allende y el 4 de septiembre en todo esto. Pues sólo que la emblemática fecha para la UP es la misma en la que comenzó la historia de Les Luthiers. Un 4 de septiembre hace 40 años. Así que, gracias por esa oda al absurdo permanente. Y en su lengua materna, ¡aguante Les Luthiers!, no te murás nunca.


VIDEO ::: Les Luthiers con la notable payada de la vaca. ¿Te gustan las payas?. Ésta es paya!

Y me despido con una frase emblemática del grupo, ya que trabajando en este medio he descubierto cuánta razón tenían cuando en el libro “La corchea y el orticón, interacción y propuesta” señalaban que “de cada diez personas que ven televisión… cinco son la mitad”. Un clásico.